Rutas y lugares de interés

Cualquier camino que se coja en la parte oeste o norte del pueblo te lleva a paisajes fuertes y espectaculares. Quizás sean los paisajes de los caminos en primavera y otoño uno de los mayores atractivos, y suelen pasar desapercibidos porque normalmente “se va a ver algo”, sin apreciar por donde vamos. Paisajes ondulados y cálidos hasta llegar a los cortantes, paisajes transformados temporalmente por el hombre con las paredes o cercas que cierran las cortinas para que no entre o salga el ganado, con las casitas redondas perdidas por el campo y que servían de refugio, los paredones (bancales) con los que sujetar la tierra y poder plantar unas olivas o unas cepas. Caminos de andar, de herradura, o caminos carreteros por los que se va a trabajar la tierra. 

¿A dónde te llevan los caminos?

 

Saliendo por la parte norte del pueblo. Tres kilómetros -o media legua que se decía- muy cómodos de caminar si lo haces andando. La ermita del Castillo es el paraje que ocupó un antiguo castro Vettón –posteriormente romanizado– y en el que se levantó a finales del  XVIII una ermita para cristianizar las referencias culturales.  Si vas andando, en el primer alto por el que pasas –teso de San Albín– puedes observar perfectamente la situación estratégica que tenía el castro, y que terminarás de comprobar al llegar arriba: por la parte desde donde llegas no es fácil atacar, y por la parte contraria es sencillamente imposible. Al llegar te encuentras una explanada con fresnos donde pasar un rato muy agradable. Tienes allí la ermita y la casa del ermitaño. Y en la casa una estela romana, y dos columnas recicladas de alguna construcción romana... es la parte más romanizada del antiguo Castro Vettón. Al norte el Duero, el sosegado padre Duero que baja tranquilo por efecto de las presas que le han puesto los humanos. Y picachos graníticos y profundos desniveles, que te explican porqué el castro era fácilmente defendible. El paisaje es espectacular: estás en las Arribes. A la explanada de la ermita se puede ir en coche por la noche, -sobre todo si no hay nubes- y volver a descubrir que todo está cubierto de estrellas y de silencio. Si hay luna llena, las sensaciones son diferentes, insinuantes.

 

Pereña de la Ribera, Ermita Nuestra Señora del Castillo

De la Fuente Santa a la Ermita

 

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                Sendero Arribes, sendero Picón de la Tabla, Sendero Arenal

Como cinco kilómetros hasta la cresta, -tres se pueden hacer en coche- sin bajar al pozo. Encontrarás un aparcamiento y una barrera que te invita a no pasar según la temporada por anidamiento de cigüeñas y otras aves.  Se sale por el frontón viejo -modelo de frontón castellano y el mejor, sin duda, de la provincia- El camino tiene sus baches y en invierno sus barrizales, -es un camino agrícola- pero generalmente no hay problema. Si no haces caso a la barrera disuasoria  llegas a unos cien metros de la cresta, y de frente, el Pozo los Humos. Humos por el abundante vapor de agua que se produce al caer y chocar el agua contra las rocas. No es fácil bajar -unos 30 minutos- siguiendo un sendero que sale a la derecha del mirador. Subir cuesta un poco más, –60 minutos–. Este último tramo de bajada es duro, aunque merece la pena llegar al río.  Al lado del Pozo de los Humos, a la izquierda y escondido, está el Pozo de las Vacas, que solo se ve si te atreves a bajar: un remanso de sosiego y aguas serenas desconocido. En estudio está el arbitrar un sendero para ver el pozo de las Vacas desde arriba, sendero que continuase curso arriba para poder ver Las Cachoneras del Uces. Cachón es la denominación que se da en las Arribes cuando el curso del río tiene que encajonarse aún más para pasar por la angostura que dejan las rocas. Por las cachoneras del Uces ni te molestes en preguntar: simplemente no se puede llegar. Pero bueno: nos quedamos en la cresta o mirador natural del Pozo de los Humos. A la izquierda del mirador, debajo de una torre de conducción eléctrica, hay una palla (refugio) con pinturas rupestres monocromas y esquemáticas atribuidas al final del paleolítico: …no es fácil encontrarlas si no se va con un indígena, y además es peligroso porque hay que atravesar  un  canchal inestable. Al Pozo de los Humos se recomienda ir un día fresco, o hacerlo de mañana. Y eso sí, si te animas, el calzado en condiciones... y piensa que tienes que volver. El pozo de los Humos es el salto que tiene que dar el río Uces para bajar al Duero, y es el que tiene la fama, el que atrae al visitante y el más popular de la provincia. El Pozo de las Vacas y las Cachoneras están, hoy por hoy, a la sombra.

 

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                       Sendero Pozo de los Humos

Si es verano, mejor si elijes un día fresco, o hacerlo de mañanita o atardecer. Saliendo por el arco que hay en la plaza, de frente y siempre siguiendo el camino más ancho. Un kilómetro –andando o en coche–, y 30 minutos andando desde donde tienes que dejar el coche. El camino te lleva al pozo, –no hay pérdida–, y después de pasar varios antiguos molinos de temporada, llegas al pozo Airón. Cuando lo estás viendo a tu izquierda, un sendero que sale al lado de una roca te lleva al pié de la cascada y te puedes meter en la cueva que ha erosionado el aire, detrás del agua si el arroyo la trae. En principio no hay peligro alguno, pero las piedras ya casi en el mismo pozo son muy resbaladizas, y un resbalón inoportuno puede dejar mal recuerdo.  Cuando dejes el pozo, puedes seguir por el sendero hasta una pequeña explanada desde la que se ve marchar cansino al padre Duero. Es un mirador diferente, es naturaleza plena. Si vas de mañana -otoño o primavera-, te sorprenderá el bosque multicolor. Si es de tarde, el reflejo del sol sobre el río.  Es uno de esos pocos rincones naturales que quedan. Se puede cruzar un zorro, ver de lejos algún jabalí, escapar a una jineta, volar la abubilla... buitres, alimoches... lagartos tomando el sol, galápagos en el arroyo... cada uno a lo suyo. El camino no ofrece dificultad salvo los últimos metros al llegar a la cueva del pozo, y sin pérdida si no te sales de él, aunque no esté señalizado. Es posible que en el pueblo alguien te diga que si has ido al pozo de la Botarata. Está junto al pozo Airón. Allí se despeñó María la Botarata por un amor imposible en el contexto de postguerra. No es leyenda. Lo de Botarata le viene porque su padre era el tío José el Botarate, que los apellidos no cuentan.

El pozo Airón es una joya casi desconocida, excepto para los del pueblo. La gente es atraída por el pozo de los Humos que hace de efecto llamada, pero los del pueblo van a pasear a la ermita o al pozo Airón, y por algo será.

 

 

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                        Sendero Pozo Airón y Mirador del Duero

 

RUTA DE LOS MOLINOS

Se encuentran en un lugar de muy difícil acceso, junto al Pozo de los Humos, se trata de un lugar protegido por lo tanto su visita esta regulada y siempre respetando las fechas de anidación del Águila perdicera.

Desde la ermita y a la derecha según se contempla el rio se eleva un poco más el terreno. Si sigues el camino entrarás en el antiguo castro vettón que dio paso al “romano”. Hablamos del siglo V adc. Por el camino se pueden observar las rocas cortadas o que dejaron a medio cortar, y se pueden ver restos de la primitiva muralla. Se recomienda seguir el camino, cruzar las dos explanadas -la segunda con fuente “santa” incluida, -y es un milagro que allí salga agua- y pases por debajo de unas rocas que sujetan un vértice geodésico. Desde allí se divisa la parte norte del cauce del Duero, parte de la provincia de Zamora y Portugal. Y cuidado: estás en las Arribes y un resbalón puede que no ser nada, pero también puede arruinarte el día.

El teso del Berrocal es uno de esos lugares míticos en los que parece que se trasciende lo meramente físico y se entra como en otra dimensión, como si se entrara en un lugar sagrado y mágico. Pero también hay personas que no lo sienten.

Se llama así por lo menos desde el 1700, y aunque los eufemismos de los años 60 del siglo pasado quisieron llamarlo de otra manera, al final el nombre de siempre ha prevalecido sobre las mentes adoctrinadoras. Al regato de Cabrones se llega saliendo desde la Plazuela, en el pueblo,  a la derecha. No tardando mucho encontrarás los postes que marcan el sendero GR-14, sendero que te llevará hasta encontrar la carretera que da acceso a la central eléctrica de Villarino. Si quieres bajar hasta el mismo Duero puedes ir por la carretera –es muy raro que haya coches–, o puedes ir por el antiguo camino, dejando el GR a la derecha. Por este camino se iba al arenal del Duero, un arenal natural alterado en buena medida por la retención de la presa de Aldeadávila, y buen sitio para pasar el día. El camino de Cabrones ofrece una vegetación casi de ribera, de chopos,  álamos y alisos, mezclados con algún castaño, olivos, espino blanco, endrinos, madroños, musgos, helechos, melojos, almeces y algún enebro. Abundantes zumaques –hubo plantaciones hasta el s. XX–, cornicabras, dedaleras, lavandas... Oropéndolas –amarillas–, abejarucos –azules– cogujadas –con moño, pardas como la tierra– abubillas –blancas y rojizas– jinetas, gato montés y tejón... pero procuran escapar del hombre.  Como a medio kilómetro del pueblo hay una fuente medieval  -la fuente del Perodiéz- de lajas en cubierta a dos aguas… que no podrás ver porque está totalmente cubierta de vegetación agresiva de zarzas y espinos, cosa del abandono en su función de proveer de agua. Ir pa Cabrones a castañas rayaba en la insolencia. Puedes ver los paisajes de las arribes desde abajo hacia arriba.

Ya no hay aceñas ni molinos porque Iberduero, ahora Iberdrola, compró todas las licencias antes de inundar con el reculaje de la presa de Aldeadávila. Hoy es un camino de herradura por el que se llega al mismo Duero, un camino por el que se va bajando sin darse uno cuenta, que se pone paralelo al río y va descendiendo hasta encontrarse con él en lo que los paisanos llaman el Cuarto del Sol.  El sendero termina en la misma curva del Duero, con una casita refugio como otras muchas que hay por la zona. Portugal, al lado, y en medio el Duero que hace frontera: estás en el ángulo que hace el río y que viste desde el mirador de la ermita. Estás en territorio de contrabando: por Valdollero y el Cuarto del Sol se pasaba contrabando con Portugal cuando no existía la presa de Aldeadávila aprovechando la época de estiaje. Un contrabando de miseria y subsistencia, que la mercancía había que llevarla a la espalda. El camino está señalizado. Se va por la carretera de la ermita, un camino que sale a la derecha y a media bajada del teso de san Albín que ya conoces. No es un camino duro.

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Ruta ermita/arribes: Sendero Picón de la tabla, Sendero Arribes

Si has llegado por el camino de las Aceñas hasta la curva del rio en el Cuarto del Sol y prefieres volver por otro lado, a escasos metros tienes un sendero que sube hasta el picón de la Tabla. Y allí tomas la opción de volver por el castro del Berrocal y la ermita, o volver por la Canalea. El sendero de la Canalea ofrece una perspectiva espectacular. Va bordeando a media altura la falda del teso dejando a la derecha al Duero y a la izquierda el farallón de la ermita, para terminar en la carretera después de hora y media de marcha. El sendero de la Canalea ofrece la naturaleza en su estado puro, sin la más mínima influencia del humano salvo el sendero por el que pasas y que se comparte con la fauna que allí vive. La belleza de esta ruta es innegable tanto por su espectacularidad paisajística como por lo agreste de su vegetación: es un terreno considerado ya en el siglo XVIII como tierra yerma e inútil por naturaleza.  No es una ruta muy frecuentada por desconocida y porque impone un cierto respeto, como si el farallón de la izquierda se fuera a precipitar de un momento a otro, y porque la fama se la lleva el pozo de los Humos, que es el popular y conocido. El sendero lo puedes ver en Google si te centras en la zona.

 

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Ruta ermita/arribes: Sendero Picón de la tabla por Ermita

El Picón de la Tabla es un picacho rocoso que marca la curva que hace el Duero. A él puedes llegar por el camino de Valdollero o aceñas, o bajar desde la ermita atravesando el castro del Berrocal. El sendero del Picón de la Tabla ofrece un paisaje agradable pero visto desde otra perspectiva. En el camino puedes encontrar señales claras de que el terreno ha sido explotado a lo largo de los años: durante el tiempo que estuvo habitado el castro vettón fue el camino al agua del Duero, y a poco que te fijes verás rocas cortadas o que dejaron a medio cortar. También verás por el camino que se ha removido un poco la tierra: son los jabalíes que buscan raíces, y en concreto trufas. Si logras ver alguna camada o familia, hazlo desde lejos y no les molestes. Normalmente ellos huyen, pues saben que para ellos el animal más peligroso después del lobo es el hombre. Y lobos no hay. También es muy frecuente que salgan volando unas cuantas perdices o codornices a pocos metros de donde tú estés. Suelen refugiarse por allí porque escapar del hombre les resulta muy fácil en ese terreno. Las perdices tienen también dos enemigos, el águila perdicera –la puedes ver casi todos los días oteando las presas y por eso las perdices procuran no volar– y... el hombre.  Buitres, alimoches, milanos...genistas, peonias, lavandas... reserva de la biosfera.

 

 

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Ruta ermita/arribes: Sendero Arenal

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